El castigo a las «colaboracionistas horizontales» francesas

Hace poco tuve oportunidad de leer un artículo muy interesante publicado en junio de 2009 por el periódico The Guardian acerca de lo sucedido en Francia tras el fin de la ocupación nazi. La información es tan útil que decidí traducirlo.

El 65º aniversario del desembarco del «Día D» esta semana es una ocasión para rever felices imágenes de la liberación de Francia en 1944. Pero entre las imágenes alegres también hay otras que resultan impactantes. Ellas muestran el destino de las mujeres acusadas de «colaboración horizontal». Es imposible olvidar la foto de Robert Capa, similar a la de una Madonna caída, de una joven rapada meciendo a su bebé, fruto implícito de una relación con un soldado alemán.

El castigo de rapar a una mujer tiene origenes bíblicos. En Europa, la práctica se remonta a la Edad Media, con los visigodos. Durante la Edad Media, esta marca de vergüenza, privar a una mujer de lo que se consideraba su rasgo más atractivo, era comunmente un castigo para el adulterio. El rapar mujeres como una forma de venganza y humillación fue reintroducido en el siglo XX. Después de que tropas francesas ocuparan Renania en 1923, las mujeres alemanas que habían tenido relaciones con ellos luego sufrieron el mismo destino. Y durante la Segunda Guerra Mundial, el Estado nazi dictó órdenes para que las mujeres alemanas acusadas de acostarse con «no arios» o con prisioneros extranjeros empleados en granjas también fueran castigadas públicamente de esa manera.

También durante la guerra civil española, los falangistas raparon a las mujeres de las familias republicanas, tratándolas como si fueran prostitutas. Los ultraderechistas estaban convencidos de que la izquierda creía en el amor libre. (La víctima más famosa en la ficción es María, la amante de Robert Jordan en Por quién doblan las campanas, de Hemingway).

Puede parecer extraño que el rapado, esencialmente un fenómeno asociado a la derecha, se hubiera extendido tanto durante la euforia de la izquierda por la liberación de Francia en 1944. Pero muchos de los tondeurs, los rapadores, no eran miembros de la Resistencia. Unos cuantos habían sido colaboracionistas ellos mismos, y buscaban evitar que le prestaran atención a su propia falta de «credenciales» en la Resistencia. Sin embargo, los grupos de la Resistencia también podían ser despiadados con las mujeres. Se dice que un tercio de los civiles asesinados en Bretaña por represalias eran mujeres. Y la prensa clandestina de la Resistencia había amenazado con rapar mujeres desde 1941.

Había un fuerte elemento de erotismo subconsciente entre los tondeurs y sus muchedumbres, incluso pese a que el castigo que pretendían imponer simbolizaba la desexualización de sus víctimas. Este «carnaval de la fealdad» se volvió habitual después del Día D. Una vez que una ciudad, pueblo o aldea había sido liberada por los Aliados o la Resistencia, los «esquiladores» ponían manos a la obra. A mediados de junio, en el primer día de mercado después de la captura del pueblo de Carentan, una docena de mujeres fueron rapadas públicamente. El 14 de julio en Cherburgo, un camión lleno de jovenes, en su mayoría adolescentes, se paseó por las calles. En Villedieu, una de las víctimas era una mujer que simplemente había trabajado como barrendera en el cuartel de los alemanes.

Muchos franceses, así como miembros de las tropas Aliadas, se sintieron asqueados por el tratamiento al que se sometió a las mujeres acusadas de «colaboración horizontal» con los soldados alemanes. Un gran número de víctimas eran prostitutas que simplemente habían ejercido su oficio tanto con alemanes como con franceses, aunque en algunas areas se aceptaba que su conducta había sido más profesional que política. Otras eran adolescentes ingenuas que se habían vinculado con soldados alemanes por fanfarronería o aburrimiento. Hubo algunos casos de maestras de escuela que vivían solas y dieron alojamiento en sus casas a soldados alemanes, y que fueron acusadas injustamente de haber sido sus amantes. También se suponía que las mujeres denunciadas por haberse practicado abortos habían tenido trato carnal con alemanes.

Muchas víctimas fueron madres jóvenes cuyos maridos estaban en campos de prisioneros de guerra en Alemania. Durante la guerra no tuvieron medios de subsistencia, y su única esperanza de obtener comida para sus hijos y ellas era aceptar tener relaciones con soldados alemanes. Como el escritor alemán Ernst Jünger comentó tras ver el lujo del restaurant parisino Tour d’Argent, «la comida es poder».

Los celos muchas veces se escondían tras la indignación moral, porque la gente envidiaba la comida y el entretenimiento que estas mujeres habían recibido como resultado de su conducta. Cuando la gran actriz Arletty, protagonista del film Los niños del Paraíso, murió en 1992, recibió avisos fúnebres que expresaban su admiración por ella y no mencionaban el rumor de que había sido rapada tras la Liberación. Estos avisos fúnebres incluso omitían su controvertido romance con un oficial de la Luftwaffe. Pero cartas de lectores en algunos periódicos revelaron un resentimiento persistente casi cincuenta años después de los hechos. No era el hecho de que Arletty se hubiera acostado con el enemigo lo que los enfadaba, sino el hecho de que hubiera podido comer bien en el Hotel Ritz mientras el resto de Francia pasaba hambre.

Después de la humillación de ser rapadas públicamente, las tondues —mujeres rapadas— eran frecuentemente obligadas a desfilar por las calles en la parte de atrás de un camión, ocasionalmente al ritmo de un tambor, como si se tratara de uno de los carros que llevaban a los condenados a la guillotina y Francia estuviera reviviendo la Revolución de 1789. Algunas eran embadurnadas con alquitrán, otras eran desnudadas y a otras les dibujaban esvásticas con pintura o lapiz labial. En Bayeux Jock Colville, el secretario privado de Winston Churchill, registró su reacción ante una de esas escenas: «Vi cómo pasaba un camión, acompañado de abucheos e insultos del populacho francés, llevando a una docena de mujeres miserables rapadas. Estaban llorando y bajando la cabeza por la vergüenza. Si bien sentí repugnancia hacia tanta crueldad, reflexioné que los británicos no habíamos padecido ocupaciones ni invasiones durante unos novecientos años. Así que no éramos los mejores jueces».

El historiador estadounidense Forrest Pogue escribió que las miradas de las víctimas en manos de sus atormentadores «era la de un animal perseguido». El coronel Harry D. McHugh, comandante de un regimiento estadounidense de Infantería cerca de Argentan, informó que «los franceses estaban rodeando a las colaboracionistas, cortándoles el cabello y quemándolo en enormes piras, que uno podía oler a kilómetros de distancia. Además, algunas colaboracionistas fueron obligadas a correr entre dos hileras de personas que las azotaban al pasar».

Hubo algunos hombres que se habían ofrecido voluntarios para trabajar en fábricas alemanas que fueron rapados, pero su caso fue la excepción. Las mujeres casi siempre fueron los primeros blancos, porque eran los chivos expiatorios más indefensos y vulnerables, especialmente para aquellos hombres que se habían unido a la Resistencia en el último momento. En total, se sabe que al menos 20.000 mujeres fueron rapadas. Pero el verdadero número puede que sea más alto, considerando que algunas estimaciones señalan que la cifra de niños franceses engendrados por miembros de la Wehrmacht es de unos 80.000.

En París hubo casos de prostitutas muertas a golpes por haber aceptado a soldados alemanes como clientes. Y en el otro extremo de la pirámide social, mujeres de la más alta aristocracia fueron rapadas por haberse emparejado con oficiales alemanes. Pero los líderes de la Resistencia en París hicieron un esfuerzo decidido por frenar todos los rapados. El coronel Henri Rol-Tanguy hizo pegar carteles que advertían de represalias severas contra los posibles tondeurs y René Porte, otro líder célebre por su fuerza, hizo chocar las cabezas de un grupo de muchachos que atormentaban a una joven.

Pese a que muchas tropas aliadas eran solidarias hacia el sufrimiento que había experimentado Francia durante la ocupación, varios confirmaron sus peores prejuicios debido a lo que vieron. Los soldados estadounidenses que nunca habían estado antes en el extranjero tendían a ver a la propia Francia como un país enemigo, pese a los intentos de las autoridades militares de informarles cuál era la verdadera situación. Algunos oficiales dieron órdenes de arrestar o disparar a todo civil francés que se encontrara en las áreas que acababan de ser invadidas. No hay duda de que a los franceses hallados con armas alemanas se les disparaba inmediatamente sin darles oportunidad de explicarse. La posibilidad de que hubieran estado recolectando esas armas para la Resistencia nunca se les ocurrió a los soldados.

Un extraordinario mito del campo de batalla se difundió velozmente. Dicho mito sostenía que jóvenes francesas, amantes de soldados alemanes, estaban combatiendo como francotiradoras a los Aliados. Estos rumores fueron pronto recogidos por corresponsales de guerra estadounidenses y británicos, ansiosos por historias sensacionales. Pero ciertos incidentes también fueron mencionados en informes oficiales sin que se pusiera duda sobre su autenticidad. Por ejemplo, un teniente de la 1ª División de Infantería estadounidense informó que habían encontrado «cuatro mujeres con uniformes alemanes luchando como francotiradoras en los árboles y cinco en el pueblo. Yo solo vi a una lo suficientemente de cerca como para identificarla como una mujer. Tenía puesto un uniforme alemán y parecía francesa».

Churchill escuchó estas historias sobre francotiradoras durante su visita a Normandía el 12 de junio y le escribió sobre ellas a Anthony Eden a su regreso. Los oficiales británicos, sin embargo, luego se mostraron cada vez más escépticos hacia esos «rumores de letrina».

También existía mucha confusión moral, cuando no hipocresía, en el bando Aliado. En la pista aérea cerca de Bayeux, a Colville le pareció irónico que el general Montgomery ordenada cerrar todos los prostíbulos. «La policía militar fue apostada para asegurar que la orden fuera obedecida. Impávidas, varias de las damas se presentaron en un campo adyacente a nuestro huerto. Montones de pilotos, incluyendo, lamento decirlo, a los devotos católicos franco-canadienses, hacían fila para recibir sus servicios, llevando artículos tales como latas de sardinas como medio de pago».

Los franceses, entretanto, estaban atónitos por la actitud de algunos soldados estadounidenses, que parecían pensar que, en lo que concernía a mujeres francesas, «todo podía ser comprado». Después de pasar la noche bebiendo, solían golpear las puertas de los granjeros preguntando si no había alguna «mademoiselle» para ellos. En la publicación del Ejército estadounidense Stars and Stripes se brindaban lecciones diarias de francés que incluían frases supuestamente útiles para seducir mujeres, como «Mi esposa no me comprende».

Los estadounidenses y británicos veían a la París liberada no solo como un símbolo de la libertad de Europa de la opresión nazi, sino como un coto de caza en el que podían buscar entretenimiento libremente. «Mientras nos acercábamos a la ciudad, nos dominó un entusiasmo salvaje», escribió Pogue. «Comenzamos a reírnos, cantar, gritar y mostrar nuestra exaltación de diferentes maneras». Pero cuando Pogue llegó a París, quedó estupefacto al ver que las autoridades militares estadounidenses habían tomado el Petit Palais y colocado un enorme cartel anunciando la distribución gratuita de preservativos para las tropas de EE.UU. En Pigalle, rápidamente traducido como «Pig Alley» [en inglés, “Callejón del Cerdo”] por los soldados, las prostitutas francesas debían atender a más de 10.000 hombres al día. Los franceses también estaban asombrados de ver a soldados de EE.UU. tirados en el piso, borrachos, en la Place Vendôme. El contraste con los soldados alemanes, a los que se les prohibía incluso fumar en la calle cuando estaban fuera de servicio, no podía ser mayor.

La reacción básicamente misógina del rapado de mujeres durante la Liberación de Francia se repitió en Bélgica, Italia, Noruega y, a menor escala, en los Países Bajos. En Francia, otra ola de rapados tuvo lugar a finales de la primavera de 1945, cuando los trabajadores forzados, prisioneros de guerra y supervivientes de los campos de concentración regresaron de Alemania. La venganza hacia las mujeres representaba una forma de expiación para la frustración e impotencia de los varones humillados por la ocupación de su país. Uno casi podría decir que era el equivalente a una violación por parte del vencedor.

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1 comentario

  1. Gracias por la traducción, te va interesar ver este documental, sino lo hiciste ya, sobre el tema. Un abrazo desde Peru.

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