Juana Azurduy, la «guerrillera boliviana»

Hace aproximadamente un año el gobierno de CFK anunció que iba a retirar la estatua de Cristóbal Colón ubicada en la plaza del mismo nombre, frente a la Casa Rosada, y reemplazarla por una estatua de Juana Azurduy. Recientemente, y luego de varias resistencias, el gobierno de la CABA se puso se acuerdo con el gobierno federal para efectuar el traslado, y lo único que queda es decidir cuál será el nuevo emplazamiento de la estatua de Colón.

Desde entonces he leído muchos comentarios que pretenden denigrar a Azurduy llamándola «una guerrillera boliviana». Es evidente que provienen de personas tan ignorantes como xenófobas (o más bien racistas, pues si el problema es que Azurduy no sea argentina, tendría que haberles molestado mucho más tener la estatua de un marinero genovés que jamás pisó suelo argentino frente a la sede del gobierno), y sin embargo, como profe de Historia, me subleva leer esas idioteces. En primer lugar, porque al llamarla «guerrillera» parecen insinuar que Azurduy fue una especie de Norma Arrosito del siglo XIX, cuando en verdad la táctica que empleó Azurduy contra las tropas españolas fue una auténtica guerra de guerrillas y no la trasnochada guerrilla urbana que provocó tantas calamidades en los años ’70. Azurduy fue, en ese sentido, tan guerrillera como Martín Miguel de Güemes, otro prócer injustamente poco recordado (salvo en Salta, su provincia natal).

En cuanto al argumento de que Azurduy, al ser «boliviana», no merece tamaño homenaje, habría que señalar dos cosas. Es sabido —o debería serlo— que Azurduy recibió en 1816 el rango de teniente coronel del ejército argentino de manos de Manuel Belgrano. Participó en batallas tanto en territorio «argentino» como «boliviano» (de hecho, podría afirmarse que luchó en suelo «argentino» en más ocasiones que el propio José de San Martín, cuyos combates fueron casi todos en Perú y en Chile). Sus esfuerzos, así como los de Belgrano, Güemes y tantos otros próceres de la época, estuvieron encaminados a evitar el avance de los españoles desde su bastión en Perú hasta el Río de la Plata, y fueron exitosos en el largo plazo, pues le dieron a San Martín tiempo para liberar Perú desde el Pacífico.

Pero además hay un detalle muy irónico, del que muchos de los «patriotas» que desprecian a Azurduy no parecen estar al tanto: ella no es la única «boliviana» que forma parte de nuestro panteón. El propio presidente de nuestra Primera Junta (y por ende, el primer jefe de Estado «argentino»), Cornelio Saavedra, había nacido en el actual territorio boliviano, y debe tener centenares de estatuas, plazas y calles que lo homenajean en todo el territorio de nuestro país. ¿Querrían ellos «deportar» a Saavedra a su patria natal?

Y hay otro aspecto que hay que señalar. A lo largo del post he estado usando comillas para hablar de «argentino» y «boliviano», y el motivo es simple: es un anacronismo diferenciar entre Argentina y Bolivia en las décadas de 1810 y 1820, porque en esa época los dos países seguían formando parte de la misma entidad nacional. Habían sido parte del Virreinato del Río de la Plata, luego de la declaración de independencia de 1816 (en cuya redacción participaron representantes de varias provincias del Alto Perú) pasaron a ser las Provincias Unidas del Río de la Plata y recién en 1825 se crea la República de Bolivia. Azurduy nació en el Virreinato del Río de la Plata y, como muchos otros integrantes de su generación —Monteagudo, San Martín, Bolívar, Artigas— no se consideraba a sí misma argentina o boliviana sino americana.

En todo caso, si decimos que Juana Azurduy era boliviana, también tendríamos que decir que Giuseppe Garibaldi era francés, pues nació en la ciudad de Niza, hoy francesa pero en su momento parte del reino de Piamonte.

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